1.- Una pobre y triste presa de pollo...

19.03.2019

¿Alguna vez trabajaste en un local de comida rápida? 

Hace muchos años atrás y luego de una extensa temporada buscando  trabajo, terminé decidiéndome por presentar mi currículum en un local de comida rápida cuyo nombre no mencionaré para no hacerle publicidad gratis, pero sí te puedo señalar que vendían pollo frito...

Estaba entusiasmado porque era un local perteneciente a una franquicia muy conocida y tenía todo el convencimiento de que me iría muy bien y lo pasaría la raja conociendo gente y haciendo amigos. Estaba muy equivocado.

Durante el tiempo que estuve trabajando aquí me pasaron varias hueás locas que son dignas de contar, pero he querido empezar mi primer relato narrando ésta que se podría decir es del estilo tragicómico.

Nuestra jornada comenzaba a las 08:00 AM y terminaba a las 16:30 hrs. Durante todas esas horas no teníamos descanso. La ley de la silla no existía en ese mundo, escaparse a fumar un cigarrillo ni siquiera pensarlo. Por lo menos podíamos ir al baño y sí... nos lavábamos muy bien las manos. Comprenderán que menos podíamos almorzar. Es obvio ya que en el horario común del almuerzo, es cuando más se llenaba el local, por lo tanto nosotros almorzábamos terminando la jornada, sí. tal como lo lees, eso era a las cuatro y media de la tarde (espero que después de tantos años que han pasado desde entonces, las reglas hayan cambiado y los pobres universitarios no sufran tanto como en ese tiempo). Bueno, esto significaba que durante ocho horas debíamos aguantarnos el hambre entre medio de todo ese maravilloso ambiente envuelto en un exquisito olor a pollo y papas fritas. Una mierda de tortura.

El primer día que llegamos varios nuevos a trabajar, alguien que se denominaba "entrenador" nos estuvo dando las instrucciones de todo lo que se hacía en el local. Desde limpiar el piso, usar las máquinas freidoras, preparar el pollo, freír papas, manejar las cajas, atender público, manipular las máquinas de bebidas, limpiar las mesas, ufff... y una serie de hueás más que ya ni me acuerdo. El punto es que a mí me tocó quedar preparando y friendo pollos o sea como "cocinero". Y ojo, no mires a huevo el trabajo porque tiene toda su técnica. Debía tomar las presas y revolverlas en una especie de artesa o batea (se me fue el carnet al piso) con una mezcla que llegaba en sobre directamente desde Estados Unidos. Por eso el pollo frito que se comen aquí, sabe igual que en gringolandia, porque la preparación ¡es la misma!

Cuando las presas estaban listas con la mezcla, las ponía en una bandeja y luego las iba sumergiendo una a una en la máquina freidora que ya tenía el aceite a la temperatura adecuada. De ahí a poner el temporizador y esperar que la inteligente máquina me avisara con unos pitidos que el pollito estaba listo para ser devorado.

Debo reconocer que siempre me ha encantado el pollo frito y realizar todo este proceso cagado de hambre, puta que era tortuoso. La tripas me sonaban y reclamaban sacándome la madre por haberme conseguido una pega tan culiá.

Un día en que el pollo ya estaba listo, fui con la bandeja como de costumbre y comencé a sacar las presas con unas tenazas especiales para tal propósito. Hasta ahí todo iba bien, la mala suerte apareció en el momento en que un precioso tuto no encontró nada mejor que hacerme show y lanzarse de piquero al suelo. Llegó a rebotar el hueón. Dejé la bandeja con las otras presas sobre la mesa y me agaché para recoger el tuto. Ahora, imagínate la situación: Yo cagado de hambre, una presa de pollo en el suelo que por ética no podía volver a la bandeja, y mis tripas aplaudiéndole no sé a quien por el favor concedido. Complicado escenario ¿Verdad?

Mi mente trabajó rápido y me obligó a realizar las acciones que vienen a continuación. Me paré y caminé rápidamente hasta donde se encontraban los vestidores. Ahí oculto como un vil delincuente procedería a comerme aquel tutito que había llegado a mis manos como por obra y gracia del espíritu santo. Sería una acción rápida. Tipo Bruce Willis o Chuck Norris (ya onda Tom Cruise pa' los más jóvenes), ustedes elijan.

Mi caminar hasta los vestidores fue eterno, podía sentir que mi corazón latía más rápido, como si avanzara por el pasillo de la muerte. Ya estaba a sólo unos pasos de la puerta cuando se abrió la del lado y quedé de frente a mi jefa. Ella me miró y luego miró la inocente presa de pollo. Enarcó las cejas en forma inmediata.

- ¿Qué haces con esa presa?

Miren, después de tantos años en que recuerdo esta situación, aún sigo pensando que lo que respondí en ese momento, fue lo más hueón que se me pudo pasar por la cabeza.

- Es que se me cayó y quería preguntarte qué hago con ella -dije (hueooón poh).

- Bueno bótala a la basura, y más vivito para la próxima.

Mi corazón se partió en dos. Sentí que mis piernas desfallecían. Jamás me imaginé una respuesta tan cruel. Me di vuelta y caminé hasta la cocina nuevamente. Con el dolor de mi alma abrí el basurero, me despedí de manera solemne y bajo la mirada fría e insensible de mi jefa, me deshice de esa pobre y triste presa de pollo.

Ahora tú decide ¿Fue una mala decisión pretender comerme esa presa de pollo? ¿O fue mala cueva encontrarme con mi jefa?

J. A. Fernández - Derechos Reservados / jorge.fernandez.a@outlook.es / @j.a.fernandez.escritor
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