Sucedió en el Agua (Cap. 6)

03.01.2019

Capítulo 6

La Regresión

Cristóbal miró a sus hijos, cada uno iba en su propio mundo. Matías jugaba en su teléfono mientras que Lucy escuchaba música y leía un libro. Aún no podía entender cómo era capaz de hacer ambas cosas. Generalmente cuando él leía, le gustaba hacerlo en silencio ya que la música lo distraía, pero a Lucy parecía concentrarla más. La admiraba por esa capacidad.

Un vendedor se acercó a ellos y les ofreció lo que tenía para vender. Cristóbal miró el carro que llevaba. Había queques, papas fritas, bebidas, chocolates. Todo lo que una persona desea para tener una vida saludable. Sonrió. Ya no era como en sus tiempos de infancia, donde el vendedor gritaba a todo pulmón para ofrecer sus productos.

- ¿Es todo lo que tiene?

Maritza se le había adelantado al preguntar eso al vendedor.

- También tenemos desayunos. Aliado de jamón y queso calentito. Y té o café si gusta. Se los puedo traer aquí, no es necesario que vayan a la cafetería.

Cristóbal miró a su esposa y le adivinó el pensamiento. Lo mejor era estirar las piernas un rato.

- Creo que iremos a la cafetería.

- Como guste -indicó el vendedor levantando sus hombros.

Preguntaron a sus hijos si querían algo y luego de tomar nota mental del pedido, caminaron al ritmo del vaivén por los vagones hasta llegar a la cafetería.

Cristóbal se sorprendió del lugar ya que se lo había imaginado de otra forma, pero si bien, se trataba de un vagón exclusivo para usarlo como cafetería, no tenía mesas ni asientos. Sólo unos mesones junto a las ventanas. Había que comer de pie.

- ¿Estás segura de querer quedarte aquí un rato?

Maritza también se veía sorprendida de ver el vagón. Tampoco era lo que esperaba.

- Si, quedémonos, es bueno estar un momento de pie. Además, podemos disfrutar de una taza de café mientras miramos el paisaje afuera y tú me sigues contando la historia.

Hicieron el pedido de sus aliados y sus tazas de café. Cuando se los entregaron descubrieron que se trataban de unos sándwiches de miga calentados en microondas y las tazas de café en realidad eran vasos térmicos. Sonrieron. Se acomodaron frente a un mesón y Maritza hizo un brindis.

- No es el desayuno que me imaginaba, pero lo disfrutaré. ¡Salud!

Chocaron sus vasos térmicos y bebieron un sorbo. Cristóbal sopló el contenido de su vaso unos segundos y volvió a beber.

- Debo ir al baño -dijo luego-. Espérame unos segundos.

Maritza asintió y mientras veía alejarse a su esposo suspiró. Estaba logrando su propósito de que le contara la tragedia que lo traumó. Estaba a punto de lograr lo que su amiga le había recomendado «Cuando tu esposo de manera voluntaria le cuente a alguien, lo que le ocurrió, sólo entonces comenzará a sanar».

Por supuesto que aquellas palabras no las había escuchado Cristóbal, porque aún no despertaba cuando se lo dijo. Si bien sabía que era lo mejor, igual sentía que lo había engañado durante mucho tiempo al no haberle revelado la verdad de lo que había dicho durante su regresión. Ella había decidido decirle que no había dado ningún resultado aquella experiencia, pero eso no era cierto. Maritza ya sabía, al menos en parte, lo que le había ocurrido a su esposo años atrás, y aún recordaba en detalle aquel día de la sesión, cuando Cristóbal reveló parte de su experiencia...

El día de la regresión, Maritza y Cristóbal estaban compartiendo en casa de unos amigos. La velada había sido muy agradable. Contando anécdotas, viajes y debatiendo temas que se encontraban vigentes en la sociedad. Se encontraban en la sala de estar sentados en varios sofás y sillas alrededor de una mesa de centro.

Maritza miró a su esposo y lo vio relajado. Eso era muy importante a la hora de querer someter a alguien a una regresión. Ella lo había planeado todo con su amiga Natalia, que se dedicaba a eso como actividad complementaria a su trabajo. El plan era sencillo, en algún momento de la conversación, debían entablar el tema de las cosas que les apasionaba hacer fuera del trabajo. De esta forma al llegar el turno de Natalia, comentaría a qué se dedicaba y Maritza le plantearía su escepticismo. Así el resto de los amigos de seguro se interesarían y querrían verla en acción. Era ahí donde entraba en juego Cristóbal, a quien Nicole le pediría su colaboración como voluntario para demostrarles que era cierto.

Quince minutos más tarde el plan ya había comenzado y Natalia intentaba convencer con algunos argumentos al grupo.

- ¿No es peligroso esto de las regresiones?

- No, Marcelo. Lo que pasa es que comúnmente la gente está mal informada respecto a esta materia.

- No sé. Esto de las vidas pasadas es un poco extraño -señaló de pronto Cristóbal. Para creer debemos también aceptar que entonces existe la reencarnación.

- Así es. La reencarnación existe -dijo Alejandra luego de dar un sorbo a su copa de vino-. Mi tía me contó que se había hecho una regresión y descubrió que había sido una burguesa.

Uno de los invitados se levantó de su asiento y tomó la botella de vino para servirse una copa. Mientras lo hacía les habló a todos:

- Yo recuerdo un programa de televisión en el que en vivo se sometía a algunas personas a esto de las regresiones y mientras estaban medio hipnotizados iban recordando sus supuestas vidas pasadas. Pero se desató una polémica porque un psicólogo señaló que todo eso era no tan cierto. El problema es que es que estas narraciones, según él, no se ajustan necesariamente a la realidad, sino que son recreaciones de las personas que se someten a hipnosis. El tipo señalaba que lo que puede ser tomado como la reproducción fiel de unos hechos pasados ya sea por el paso del tiempo o por amnesia, no es necesariamente cierto ya que «no hay evidencia científica» que lo que se recuerda a través de la hipnosis sea verdad.

- Creo que recuerdo el programa del que hablas. Parece que lo daban en el canal 3 hace unos años atrás. Luego lo sacaron del aire -dijo alguien.

- Bueno, les aseguro que no es peligroso y que es cierto -indicó Natalia tratando de zanjar la situación.

- Yo siempre lo he dicho -señaló Maritza-. Ver para creer como dijo Santo Tomás.

Natalia asintió, esa era la señal. Luego regaló una sonrisa al grupo de amigos que la miraba expectante.

- Entonces se los demostraré. Necesitaré un voluntario.

Maritza sintió desesperación al ver de reojo que la pareja de Marcelo comenzaba a alzar la mano. Eso lanzaba todo el plan al carajo. No podía haber otro voluntario que no fuera Cristóbal. Lanzó una mirada furtiva a Natalia quien comprendió inmediatamente la situación y se adelantó.

- Cristóbal me gustaría que tú fueras mi ayudante ¿Te parece?

- ¿Yo? No creo...

La otra muchacha desistió y bajó rápidamente la mano. Maritza sintió que le volvía el alma al cuerpo. Ahora sólo quedaba que Cristóbal se convenciera.

- Vamos, amor, será divertido. Veamos si es tan cierto esto de las regresiones que nos ha explicado Natalia.

Cristóbal arrugó la frente, y alzó las cejas. Por un momento Maritza creyó que se había dado cuenta de la artimaña.

- No estoy seguro -dijo y se lanzó unos manís a la boca. Los miró a todos como disfrutando el momento-. Pero está bien. Veremos qué ocurre -señaló luego de unos segundos. Varios aplaudieron.

- Bien -dijo Natalia-. Necesito que te acomodes en este sofá individual e intentes relajarte todo lo que puedas -Miró a Marcelo-. Apaga todas las luces, nos quedaremos sólo con esta lámpara encendida. Espero que a nadie le moleste el olor del incienso.

Al ver que nadie decía nada, Natalia sacó una varilla de incienso de una caja de madera y la apoyó en un portador, luego la encendió con un fósforo. Inmediatamente el agradable aroma inundó el lugar.

El ambiente se volvió místico. Todos se quedaron en silencio mientras Natalia se sentaba en otro sofá al lado de Cristóbal y comenzaba a hablarle:

- Bien Cristóbal. Recuerda relajarte todo lo posible, para esto necesito que cierres tus ojos y tenses toda tu musculatura al máximo de tus capacidades. Mantendrás los ojos cerrados siempre y los abrirás sólo cuando te lo indique. Ahora libérate de esa tensión y ve relajando cada una de tus partes del cuerpo. Primero los tobillos... las piernas y muslos. Ahora céntrate en tu cadera y también relájala. Ahora tu abdomen... pecho... cuello. Relaja tu cara... tus ojos y tu cabeza. Piensa en un lugar agradable para ti, que te provoque tranquilidad y te haga feliz.

Maritza comenzó a ponerse nerviosa. Estaba dudando si esto era buena idea ¿Y si algo le hacía reaccionar mal a su esposo? ¿Y si revivía aquel trauma de tal forma que se descontrolaba? Bajó la vista y vio que su pierna derecha comenzaba a temblar. Todavía estaba a tiempo de detener la sesión, pero necesitaba que su esposo sanara así que decidió calmarse. Natalia le hizo una pregunta:

- Maritza, tu esposo ¿Tiene alguna fobia que podamos intentar sanar?

Ella tragó saliva, todavía podía frenar todo. Bastaba con mover a Cristóbal y hablarle más fuerte para sacarlo de su estado de relajación.

- Le tiene fobia al agua -dijo---. No puede estar cerca de lugares con mucha agua como lagos, ríos, el mar.

- Bien, entonces intentaremos con eso -siguió dando instrucciones a Cristóbal ante la mirada de todos-. Cristóbal quiero que imagines una mascarilla en tu rostro, y que desde ella comienzas a inhalar anestesia lentamente. Yo iré contando en reversa y al momento de llegar a uno, volverás a aquel momento que te causó fobia al agua. Diez...nueve...ocho...siete...seis...cinco...cuatro...tres...dos...uno.

Maritza sintió que su corazón se le detenía. No sabía lo que podía pasar de aquí en adelante.

- Cristóbal, soy Natalia, recuerda que estoy a tu lado. Siempre estaré acompañándote. Por favor descríbeme lo que ves en este momento.

Cristóbal frunció el sueño, movió la cabeza hacia uno y otro lado como si estuviera recorriendo el lugar con la mirada, pero siempre con los ojos cerrados.

- Estoy en un embalse -dijo por fin-. Mi novia está en el agua sobre un flotador. Me está saludando a la distancia. Estoy con más personas, pero no logro identificarlas.

- Bien. ¿Ves algo más...alguna situación extraña? ¿Cómo te sientes?

- Estoy intranquilo. Le hago señas a mi novia para que regrese. Creo que algo mala va a pasar.

Maritza no podía más de los nervios. Estaba a punto de saber por fin lo que le había pasado a su esposo. Pero su temor comenzó a hacerse realidad. Cristóbal se había empezado a mover y contorsionar en el sofá. Se notaba demasiado intranquilo. Los presentes también se sintieron incómodos.

- ¡Ahí está esa cosa! -gritó Cristóbal. Algunos saltaron de su asiento. El grito había sido repentino y muy fuerte.

- Calma Cristóbal. Dime que cosa es.

- No lo sé...parece una mancha... ¡Viene por Amanda! ¡Se cayó del flotador!

- Tranquilo Cris...

- ¡Amanda! ¡Nada rápido! ¡Apúrate!

- Cristóbal, no es real, no estás en peligro...

- ¡La cosa la atrapó! ¡Se la está comiendo!

Varios de los presentes en la sala se pararon de sus asientos. La tensión en el ambiente era evidente. Maritza se acercó a Natalia.

- Despiértalo por favor, no está bien.

- Pero debemos saber qué es esa cosa.

- ¡Amanda está gritando! ¡Aquella cosa la succiona! ¡Voy por ella!

Cristóbal se paró del sofá ante la sorpresa de todos e hizo un gesto de lanzarse al agua. Natalia logró poner antes la palma en su frente y empujarlo hacia atrás para que se sentara otra vez.

- Tranquilo a la cuenta de tres volverás a sentirte muy relajado y fuera de peligro. Uno... dos... tres.

Cristóbal comenzó a respirar normal y se notó de manera inmediata que había vuelto a su estado de relajo inicial.

Maritza miró a sus amigos. La gran mayoría de ellos tenían una expresión de sorpresa por lo que acababan de presenciar.

- Muchachos, necesito que no cuenten nada de esto por favor. Que quede entre nosotros. Tampoco le mencionen nada a Cristóbal. Prefiero que no sepa lo que acaba de ocurrir. Cuando despierte actúen normales. Natalia tocó su hombro.

- Maritza, no logramos mucho, pero estoy segura de que cuando tu esposo de manera voluntaria le cuente a alguien, lo que le ocurrió, sólo entonces comenzará a sanar -tomó la mano de Cristóbal y le habló-. Contaré hasta diez y despertarás completamente. Uno... dos... tres... cuatro...

El pitazo del tren la hizo volver al presente. Vio aparecer a Cristóbal por la puerta del vagón. Su marido se acercó a ella con una sonrisa.

- Es chistoso. Cuesta caminar derecho con el tren en movimiento.

- Así veo.

Maritza no pudo evitar el impulso de abrazar fuerte a su marido. Desde hace tiempo que ya sabía que era mentira la historia de la fobia al agua que contaba. No había estado a punto de ahogarse. Algo lo había atacado, a él... y a su novia de entonces. Tragó saliva.

- Hey ¿Qué pasa? Sólo me fui unos minutos.

- Nada. Sólo que te amo mucho ¿Seguirás contándome la historia?

- Claro que sí.

Cristóbal tomó su vaso de café y bebió un sorbo. Luego le tomó la mano y la miró directamente a los ojos para hablarle:

- ¿Crees en seres extraños?

J. A. Fernández - Derechos Reservados / jorge.fernandez.a@outlook.es / @j.a.fernandez.escritor
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